Daniela Romina Manfredi

Seguimos con la guía de viaje al Norte!! Después de la la ciudad de San Miguel de Tucumán, nos fuimos para la ciudad de Salta. La ruta hacia allí, la 9, muy lindo el paisaje. Decidimos hacer las grandes ciudades primero para luego ir metiéndonos hacia la naturaleza. Salta, bellísima. Por favor, no la tomen como pivote para parar e ir de excursión a otros lugares y correr todo el día para ver bellezas que merecen más tiempo. Al contrario, quédense en Salta, disfrútenla y recorran allí. Hay mucho por hacer. A nosotros con tres días, dos noches nos alcanzó para el ritmo que queríamos y lo que deseábamos conocer. Paramos en un hotel tranqui cerca del centro histórico pero no en él, siempre le escapamos un poco al bullicio.  Para no perderse en Salta:  * Parque San Martín, desde dónde sale el teléferico, que nos tomamos, hasta la cima del cerro San Bernardo, también se puede ir en auto, y para lo que quieren hacer ejercicio se puede subir caminando. Pero no iba en teleférico desde hace años

El amor no se cultiva,  no se practica,  no se fuerza, Y no viene de afuera. El amor ES lo que ERES. Solo que está asfixiado por la mente. Por tus patrones subconscientes, por las estructuras mentales insalubres, por las películas mentales que te haces, por el dolor del pasado, por la preocupación del futuro. Cuando te LIBERES de esa mente, la nociva (no de la mente que es funcional a la vida diaria y te determina como humano) EL AMOR, LA PAZ Y LA ALEGRÍA QUE ERES comenzará a florecer.  También tendrás que remover de tu cuerpo las angustias, ansiedades y dolores encapsulados en distintas partes del cuerpo que devienen de esa mente y se retroalimentan. Así serás lo que realmente eres: AMOR, PAZ Y ALEGRÍA.  #amor #paz #alegría #liberación #tucumán Fotografía: Bosque de Araucarias en Horco Molle, San Miguel de Tucumán

Al ser humano le cuesta las sombras. Las propias y las ajenas. Nos enseñan de pequeños a ocultar nuestros dolores, debilidades, enojos, angustias. Más bien, nos los reprimen. Y así quedan, latentes en nosotros. Pero atención, que no se fueron. Están en el cuerpo, en la mente, en el corazón, alojados. Equivocarse, a raíz de esos dolores, está mal visto, por supuesto. Es un signo de debilidad y serás juzgado. Condenado. Por lo tanto, todo apunta a fortalecer el ego de una manera abismal hasta crear una máscara de quienes somos para creernos que somos de una manera y hacerles creer a los demás. Esto es un proceso totalmente inconsciente (a nivel emocional y espiritual, uso esta palabra). La gente no sabe que está sucediendo esto, pero sucede. Y así quedamos alejados, de nuestros propios monstruos, fantasmas, sombras. Y de la luz que somos, también.  Hasta que en las relaciones con los demás, empiezan a florecer los problemas, las discusiones, sobre todo en los vínculos íntimos, como puede

Un día la pude tocar. Levanté la alfombra que, en vez de estar sobre un suelo de porcelanato, me aplastaba el corazón y hacía escarchas en mi cuerpo. La quité desde por debajo de mi piel… como un pegajoso verde en forma de monstruo, comenzó a salir. El dolor hizo ruido de truenos, y cada átomo tuvo miedo de los relámpagos, como una noche larga de tormenta. Pero, nunca será eterna, les juro. Me juro. Resulta que había pólvora debajo de la alfombra. Olor a guerrilla, de las que nadie ve. Proyectiles que rompieron huesos, granadas que explotaron y otras que, atascadas en la garganta, jamás detonaron, hacia fuera. La sangre gotea de las mentes lastimadas. Tal vez, con curitas se puedan remediar. Tinieblas, llantos y gritos para ser oídos, pero nadie puede escuchar. Hay olor a muerte debajo de la intocable, para poder revivir. Un día tuve el coraje y la necesidad de levantarla. Otro día sueño con abrir los ojos, y terminar de darme cuenta de que nunca existió tal alfombra. Mucho menos, todo

Hasta que él ser humano no se haga consciente (se de cuenta realmente) que todos sus pensamientos compulsivos que no paran de taladrar en su cabeza, son producto de construcciones de otros seres humanos previos a ellos (ya sea de manera individual o colectiva), no habrá salida al sufrimiento.  Y además de darse cuenta tendrá que aprender, por lo tanto, a dejarlo a un lado por completo, a sacarle importancia, a vivir de otra manera: vivir, accionar, decidir sin que ellos decidan por ÉL, lo condicionen.  Practiquemos lo que practiquemos, aprendamos lo que aprendamos, hagamos lo que hagamos, si no logramos ésto, siempre habrá sufrimiento (en el interior de cada uno, por lo tanto se reflejará en lo colectivo). Sólo logrando ésto, podremos pasar a un nivel más elevado de consciencia, a otra dimensión, que sería vivir, accionar, decidir desde el "Ser" (para ponerle un nombre) presente, aquí y ahora.