EL VIRUS MÁS LETAL: LA SOBERBIA HUMANA

Discutiendo con prepotencia, peleando y luchando entre sí por cada cosa que sucede en el mundo, los seres humanos seguimos sin darnos cuenta que según cómo nos relacionemos con los demás, va a determinar nuestra calidad de vida, incluida nuestra salud física, mental y emocional.

Si hubiera de respeto lo que hay de prepotencia en este mundo, quizás no se hubiera llegado a este virus Covid-19. O si se hubiera llegado igual, lo estaríamos viviendo, al menos, de otra manera. Tanto en los temas que la Pandemia convoca como en cualquier otro, nos olvidamos del respeto y la aceptación hacia nosotros mismos y hacia otros. Descuidamos tanto las libertades individuales, como el cumplimiento de las obligaciones, con criterio sensato, que una sociedad conlleva. Y por supuesto, omitimos que NO ES NECESARIO OFENDERSE O ENOJARSE porque otros tengan otro proceder… eso parecería materia de un posgrado inalcanzable para el ser humano.

El problema más añejo, sutil y significativo que tiene una persona es que cuando se sienta a conversar con otra, cree profunda y subconscientemente que ese otro, razona igual que él, le habla creyendo absolutamente que el otro tiene la misma forma de ver las cosas. Esto lo hace manifestarse como si fuera un “Dios”, dueño de la verdad. Y cuando comienza a percibir el corto circuito, inmediatamente considera: “debería pensar como yo pienso”. Entonces, allí comienza cierta invasión para intentar convencer (en el mejor de los casos) al otro, con miles de fundamentos (no tan comprobados). Si la otra persona se posiciona con el mismo estilo ofuscado, esta escena termina mínimamente en una pelea… que las hay de todo tipo… y que nos llenan de amargura, odio, angustia, que nos enferman y nos separan… más y más. No se soluciona nada; sólo se perjudica todo más aún: dos inmunodeprimidos más en este mundo.

Cuando nos encontramos con otro ser humano, debería ser un momento para compartir y compartirse… sentarse a conocerse, sabiendo de antemano que el otro, siempre habla “otro idioma”. Tiene otra estructura de pensamiento, por lo tanto, otro sentir. Fue criado en otro contexto familiar, social, educativo, climático, económico, político, religioso, espiritual, etc. Tiene otras experiencias e historias que lo influyen y determinan demasiado. Además de traer consigo mismo, por cierta magia inexplicable de este Universo, otras sensaciones e intereses y otros deseos de recorrer caminos disímiles para llegar a destinos dispares. Por ende, obviamente, PENSARÁ Y ACCIONARÁ DIFERENTE.

Por lo general, la gente no se predispone así para conversar. Si lo hiciera, totalmente consciente de esta realidad, ¿Dónde estaría la razón para el enojo, para ofenderse y pelearse? Los individuos no charlamos para conocernos, ni para COMPRENDERNOS. No respetamos nuestras diferencias, ni las aceptamos. No buscamos hacerlas encajar y ni siquiera tenemos la capacidad de soltarnos en paz, cuando ya ninguna conjunción es posible. Los seres humanos sólo buscan atacarse para defender a muerte su razón o su ego herido. Esta es una de las raíces más decisivas que engendra nuestro aspecto más oscuro como humanidad. Y se puede observar en un pleito entre dos personas, en un grupo, entre regiones, municipios, provincias, países y continentes. Esta falta de consciencia genera remordimiento y se pueden enumerar centenares de acontecimientos históricos que lo demuestran. Y el odio no se termina con más odio. Quizás, tendría fin con otra cosa que aún no tenemos…

Familiares y amigos se pelean por temas políticos, ideológicos, por vacuna sí, vacuna no, pase sanitario sí, pase sanitario no, y por infinidad de motivos más. No saben expresar quiénes son de una manera armónica, no SABEN ESCUCHARSE, y no pueden respetarse en la diferencia. Pareciera que tendrían que ser iguales para poder quererse. Y las vueltas de la vida, luego se encargan de demostrarnos que NO IMPORTABA TANTO CÓMO PENSABA, SINO CUÁNTO LO QUERÍAMOS. Y así estamos… cada vez más enojados y angustiados, cada vez más divididos y más solos, paradójicamente, en un mundo de 7.500 millones de personas.

¿Queda entonces sólo juntarse y amarse con gente que piense sólo como uno? “Si piensas como yo, te quiero. Si no, no te quiero. Si piensas como yo, te ayudo. Si no, no te ayudo”. Es lo que lamentablemente más sucede formándose cada vez más subdivisiones, y la fragmentación es tan inmensa ya que se torna casi imposible unir los hilos de un tejido amoroso. Es así como cada vez la humanidad está más inmunodeprimida porque podrán nutrirse con las comidas más saludables y con los mejores ejercicios, poseer todo el dinero que necesitan y más, tomarse las más hermosas vacaciones, y frecuentar spas todas las semanas, pero si NO HAY PAZ Y AMOR en la mente y el corazón, la salud se deteriorará con este VIRUS LETAL de la intolerancia y el egoísmo. Y en esto SÍ, ES COMPLETAMENTE SEGURO, QUE NO EXISTE VACUNA que pueda prevenirlo.

La calidad de vida y la salud en nosotros sólo puede existir si aprendemos a llevar una relación PACIFICA, AMOROSA, DE COMPRENSIÓN e INCLUSIÓN con los seres que nos rodean, sean más parecidos y afines o no lo sean, sean conocidos o no. Porque que no tengamos un afecto por alguien, no habilita a no respetarlo, a no aceptar su punto de vista y a creer que tiene menos importancia que el nuestro. Lastimosamente, esto sucede a diario. El otro es un igual a uno y merecería el mismo respeto y consideración en el trato.

Esta arrogancia humana siempre ha existido, sigue aún viva y ha sido exponencial durante la Pandemia. Algunos creen una cosa, otros, otra… algunos lo experimentan de una forma, otros de otra… ¿Por qué no aceptar todo esto en vez de aferrarse a certezas que defienden a rajatablas y quizás no existan? No conocemos lo suficiente y no sabemos decir con humildad: “no sé”. Existen algunos médicos, biólogos y científicos que opinan una cosa, otros otra; hay mayorías y minorías; la ciencia tiene ciertas comprobaciones ya aprobadas, y otras aún no, y se va reconstruyendo siempre, y mucho más en estas épocas… ¿No sería más normal estar todos llenos de incertidumbres? ¿De dónde sacamos tanta firmeza en nuestras manifestaciones? ¿Por qué atacarse, defenderse, tratar de convencer a otro, invadirlo, dominarlo, querer domesticarlo?

Las 7.500 millones de cabezas de este mundo nos constituyen… todos hacemos esta humanidad a diario, tanto en “lo bueno” como en “lo malo” … COMO PODEMOS… DEJEMOS DE JUZGARNOS TANTO COMO SI FUÉRAMOS DIOSES, QUE APENITAS ESTAMOS APRENDIENDO. Las afinidades y las diferencias hacen un engranaje que nos marca el rumbo que venimos llevando hace 60 mil años como especie humana moderna. ¿No podemos ver nuestra construcción, nuestra historia, presente y futuro, con más paciencia y serenidad? ¿No podemos expresarnos con un poco más de modestia? Queremos todos los resultados ya, saberlo todo de manera inmediata, tener todas las certezas y obtener todas las respuestas, aferrarnos a ellas para darnos una “falsa seguridad” de parecernos a un grupo y pertenecer… Y en verdad, todo lleva su tiempo, y por lo general… mucho tiempo. Si consideráramos lo espiritual (que no lo hacemos), nos percataríamos de que ya pertenecemos y no hacer falta hacer ni ser nadie en especial para ello.

Tanto en esta Pandemia que nos atraviesa como en tantas otras temáticas, hay muchas cosas que aún no se saben con exactitud. Desde el mes de Diciembre de 2019, estamos todos sobrepasados y tal vez no sea posible comprender al máximo y conseguir veracidad absoluta en todos los aspectos a medida que lo vamos transitando. Tal vez podamos tener más fundamentos y convicciones dentro de 10, 20 o 30 años… eso sería mucho más lógico, ¿No es cierto? Así que… ¿Cuál es la necesidad de pelearse tanto? Cuando en verdad deberíamos estar más unidos. ¿Inmunodeprimirnos?

Estamos todos en un gran experimento… el experimento de VIVIR. Somos como especie humana, un soplo de vida para este Universo… SEAMOS MÁS HUMILDES PARA PODER ENCONTRARNOS, ENTENDERNOS Y ASÍ MEJORAR como especie. Nuestro Sistema Solar tiene 5.000 millones de años. El maravilloso planeta Tierra donde habitamos 4500. El agua y por lo tanto la vida tienen 3900 millones de años. Los dinosaurios aparecieron recién 240 millones de años atrás. Y se extinguieron hace 65 millones de años. Vivieron 180 millones de años, nosotros apenas 200 mil años, si contamos desde el homo sapiens. Es decir, nosotros tenemos de vida apenas el 0,11 % de lo que han tenido los lagartos terribles. Y en el transcurso de estos miles de millones han pasado infinidad de cosas intensas (destrucciones, creaciones, renovaciones, explosiones, transformaciones, mutaciones, extinciones) en este planeta. ¿Por qué nos consideramos tan extremadamente poderosos? Hace 4 mil A.C. empezó la escritura y hoy estamos en el 2 mil D.C. ¿No deberíamos ser un poco menos soberbios y altaneros frente a todos los acontecimientos que vivimos? ¿No deberíamos ser más recatados y humildes, con el corazón y mente, más abiertos, para aprender y comprender a todos? TODOS VENIMOS CON ESTRUCTURAS DE PENSAMIENTO MUY DISÍMILES, Y ESTO ES LO PRIMERO QUE HAY QUE COMPRENDER. Como especie humana estamos en el experimento más grande: el de HABITAR este planeta, y encima hoy globalmente. Tratemos de hacerlo con eso que aún no tenemos: AMOR. Busquémoslo hasta encontrarlo, aunque nos lleve miles de millones de años más, o hasta que terminemos extinguidos como los dinosaurios, pero nunca dejemos de buscar incansablemente el amor escondido que tenemos en algún recoveco, para simplemente, poder brindarlo.

El amor es lo único que siempre nos faltó. Las luchas han traído importantes avances, pero nunca han sido una solución y sanación completa, ni en lo individual ni en lo social, porque no han erradicado el odio, el recelo, la competencia radical. Como los grandes maestros espirituales lo han dicho siempre, lo único que puede erradicar al odio, es el amor. Y no más odio. Hasta que el ser humano no vea en otro ser humano, un igual en merecimiento de respeto, hasta que no veamos a los otros como parte de nosotros mismos, siempre habrá acciones egoístas, malos tratos y comportamientos. Y no se trata de una cuestión moral de tener que ser “buenos” con los demás. Cuando se los considera como parte de uno mismo, y que entre todos formamos un todo, las buenas actitudes y formas serán naturales. El amor brotaría desde nuestro interior, no habría discriminación, ni violencia, ni explotación de ningún tipo. Entonces, estarían las condiciones dadas para comprenderse, entenderse, ajustar diferencias y hacerlas encajar para armar un rompecabezas luminoso que exprese el mayor bien para todos. Es mi mayor deseo y bendición,

Daniela Romina Manfredi

 

 

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